martes, 17 de enero de 2012

El mito de la Taberna.

Hay algunos 'chistes' o 'guiños' recurrentes con que a veces suavizamos la densidad de nuestras clases... Como cuando en lugar del platónico mito de la caverna hablamos del mito de la taberna...

El pasado 9 de enero se abrieron y cerraron, en un juzgado de El Salvador, diligencias judiciales por el asesinato en 1975 del poeta y pensador salvadoreño Roque Dalton.
Exiistió un crimen doloso y condenable, pero que al no ser de lesa humanidad, ha prescrito.

El acontecimiento trae por un momento a la actualidad la figura del escritor y, con ella, algunas de las reflexiones que sobre él se han hecho en los últimos años.

Entre ellas, precisamente, una que lleva por título el de ese chiste filosófico que hacemos... aunque en este caso rememora el título de uno de los libros de Roque Dalton.

Un poeta, dicho sea de paso, cuya obra ilustra muy pero que muy bien las reflexiones que sobre la relación poesía y filosofía vienen salpicando algunos de nuestros cursos.

Invitamos desde aquí a descubrirlo.



El mito de la Taberna

Luis Alvarenga
cartas@elfaro.net


Roque Dalton sigue provocando pasiones en El Salvador. Lo prueba la impresionante cantidad de artículos, columnas, entrevistas, etcétera, que se ha dado a la publicidad en las últimas semanas. En medio de esa nueva oleada de interés por el poeta se sitúa mi libro El ciervo perseguido, que propone un esbozo biográfico sobre Dalton. Creo que es hora de comentar algunas opiniones emitidas en todo ese conjunto de discursos acerca del poeta.

No puedo menos que empezar aludiendo a la opinión de algunos comentaristas sobre mi trabajo. Se me acusa de perpetuar el mito daltoniano. Mal que les pese a muchos, no estoy aquí para desmentir esa acusación, sino para confirmarla. El mito de la Taberna, como podríamos llamarle, «goza de buena salud». Y prueba de ello es el interés que comentábamos al principio.

La aversión hacia los mitos es una característica acendrada en la cultura occidental, y esto es tan antiguo como Platón. La Modernidad exaltó el totalitarismo de la Razón, bajo el argumento de que solamente la Razón era capaz de llegar a la Verdad. Así, mito y poesía quedaron en los márgenes. Su presencia disolvente, sus ambigüedades, atentaban contra la Razón. Se olvidaba que tanto el mito como el poema tenían algo en común con la Razón: eran discursos sobre la realidad, es decir, eran maneras de aproximarse a la realidad, de buscarla, de perderla, de aludirla, de evitarla. Se olvidaba también que el mito obedecía a la sed humana de interrogarse sobre sus orígenes y de ensayar una explicación provisoria, humilde, sin las grandes certidumbres de la ciencia. De materia humilde y fugaz era el mito, al igual que la poesía.

Y sin embargo, el mito se colaba en el imperio de la Razón. Más bien, la Razón creaba sus propios mitos a pesar suyo: la fe en el progreso, la fe en la ciencia, todas esas cosas que se suponía iban a redimir a las personas. La Razón humana tomaba el trono que los dioses del panteón mítico habían abandonado al desertar hacia los márgenes de la vida. Pero los mitos de la Razón eran peligrosos: escondían la semilla de nuevos absolutismos y perfeccionaban la historia sacrificial, el sacrificio del ser humano en los altares del progreso, de la razón, etc., de la cual nos advirtió María Zambrano.

Por eso, la acusación de que mi libro sigue avivando el mito de Dalton me suena a halago. Quizá esa fue una de las pasiones que alimentó su escritura. El mito de la Taberna es el mito del poeta que ansía fundir poema y vida, cultivando sus contradicciones y exaltando la multiplicidad de sus rostros. Me extraña que uno de los ex compañeros de lucha de Roque, precisamente el dirigente de una organización que reivindicó al poeta casi al nivel de estandarte político, critique el que de Dalton se hagan «mitos y mitotes». Para mi sorpresa, me doy cuenta de que mitote no es en absoluto el aumentativo de mito, sino que es una palabra de origen nahuatl, que significa, literalmente, bailarín, y que más bien alude a «cierta danza indígena, en la que sus integrantes, asidos de las manos, formaban un gran corro, en medio del cual ponían una bandera, y junto a ella una vasija con bebida, de la que, mientras hacían sus mudanzas al son de un tamboril, bebían hasta que se embriagaban». Hombre, si hacemos de Dalton una fiesta —si es sin banderas, mejor—, digna de hacernos danzar y embriagarnos, al son de la música de sus versos, creo que le haríamos un homenaje que el poeta recibiría con mayor gratitud que todos los libros, alegatos y condecoraciones postmortem que le hemos hecho. También es sabido que mitote quiere decir pleito, disturbio. Es válido: Roque sigue siendo perturbador y subversivo. Es parte del mito de la Taberna.

Hecha esta digresión, quedamos en que el mito tiene esa aura de penumbra, propia de la poesía, y que nos comunica con otra manera de saber las cosas. Para mi descontento, no veo que esto se encuentre a las bases de los señalamientos mencionados. Más bien, se me acusa de mitificar a Roque por abordarlo, entre otras cosas, como hombre político. Me parece imposible hacer una labor elemental de ponderación de la figura daltoniana si evitamos, como quien evita una enfermedad que nos cubrirá de vergüenza, abordar el tema de sus preocupaciones políticas. Algunos sólo admiten que se hable de las ideas políticas de Dalton sólo para atacarlas. A eso le llaman desmitificar a Roque. Crasa desmitificación, porque de entrada establece cotos vedados y zonas de visita, como si se tratara de un parque de animales salvajes, en el cual uno puede ver a los leones siempre y cuando sea a bordo del autobús, y con un amable guía que recuerda a la concurrencia los hábitos alimenticios de estos simpáticos animales. (También hay zonas de recreo: en el caso de Dalton sería reducirlo a los episodios simpáticos o morbosos de borracheras y líos de faldas). Al definir a priori, de una vez y para siempre, qué es lo que se puede leer de Roque y cómo se debe leer, se continúa con la demonización del poeta. El Roque político quedaría fuera de toda consideración. Pero, ¿cómo se puede entender a Roque sin un aspecto que aparece como central en él?

No considero haber escrito la última palabra sobre Roque, y creo haberlo dejado suficientemente en claro en el prólogo de mi libro. Me llama la atención que algunos pretendan hacerlo en nombre de la verdad histórica. No me refiero, por supuesto, a la legítima demanda de la familia Dalton Cañas, de exigir el total esclarecimiento de los hechos que culminaron con el asesinato del poeta, cosa que estimo tan necesaria para El Salvador como la clarificación de las circunstancias en que miles de personas desaparecieron durante los años de la guerra. Me refiero, más bien, a las explicaciones que se están barajando en estas semanas. Los discursos han variado con el tiempo. De una aceptación y justificación de los hechos, se ha pasado en matizarlos con la excusa de los famosos «errores de juventud». Se pretende racionalizar y hasta legalizar algo que fue una ejecución simple y llana con el argumento del «juicio», aunque hay que recordar que antes no se hablaba de tal proceso judicial, sino de una decisión colectiva de las instancias de dirección de la organización en que militaba Roque. Entre un juicio y una decisión vertical hay una gran distancia, aunque el resultado sea el mismo. Hablar de juicio es admitir una truculencia mayor que la de una simple decisión vertical, truculencia comparable a los Procesos de Moscú, donde el recurso de «juzgar» a individuos non-gratos para Stalin racionalizaba las ejecuciones.

Y ya que hablamos del viejo Josef Dzugazhvili, tengo la impresión que muchas veces se busca exaltar el fantasma del estalinismo criollo, con fines nada diáfanos. Es cierto que la antigua guerrilla cometió atrocidades, eso no hay quien pueda negarlo. El problema es manejar el tema de la ejecución de Dalton, sin que se aporten datos esclarecedores (ya sabemos lo fundamental: quiénes decidieron matarlo) y exacerbarlo al máximo como para que todo el mundo sepa que la izquierda es siempre cruel. El peligro es que se puede llegar a olvidar que Roque no fue víctima tan sólo de las atrocidades de un grupo izquierdista, sino que también fue perseguido político y que sobre su cabeza pendía una sentencia de muerte, no de la izquierda, sino de la dictadura militar que padeció este país. Pero, claro, al utilizar el tema de su ejecución fuera de contexto, muy fácilmente se puede arribar a la conclusión de que cualquier proyecto de izquierda está deslegitimado. No hay que olvidar que la derecha sonriente de ahora sigue cantándole, talvez con menos volumen, al exterminio de los rojos.

Por eso me parece necesario abordar a Roque Dalton en toda su complejidad, sin descartar ningún aspecto de su vida y de su obra. No me parece que éstas sean el paradigma de nada: simplemente creo que hay que rescatar su talante cuestionador —que lo hizo «el más apto para ser odiado», por izquierdizantes y por militares: por los conservadores de todo pelaje— y quedarnos con sus preguntas, más que con sus respuestas.

lunes, 28 de noviembre de 2011

La máscara del amor (1).

Adjuntamos un vídeo realizado em el IES La Aldea de La Aldea de san icolás, Gran Canaria, para animaros a la realización de exoperiencias similares que os permitan hacer vuestro el programa "La máscara del amor" que, de nuevo, impulsamos en el centro.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Igualdad / Género

Los estereotipos machistas perviven en las parejas de adolescentes.

El 60% de los chicos y chicas ve los celos como algo normal en una relación, según una encuesta. Algunos de los roles adoptados pueden ser el preludio de episodios de maltrato

ANNA FLOTATS En diario PÚBLICO.

"Primero te dice que no te pongas una falda, luego llega el primer insulto y después viene la hostia". Claudia, de 17 años, no habla por experiencia. Nunca ha sido maltratada y parece que identifica las primeras señales de la violencia de género. O eso cree: "Es normal que mi novio me mire los mensajes del móvil sin que yo me entere", explica acto seguido, "es lógico que le guste saber qué hago". Esa intromisión en la vida privada de la pareja, reflejo de las ideas machistas sobre lo que debe ser una relación amorosa, es cada vez menor entre los adolescentes, pero los estereotipos sexistas siguen perpetuando actitudes de desigualdad entre los más jóvenes.

La prueba está en que el 80% de los adolescentes cree que, en una relación de pareja, la chica debe complacer a su novio, según un estudio de la Federación de Mujeres Progresistas presentado en Madrid. Estos datos, extraídos de 1.396 cuestionarios realizados a jóvenes de entre 14 y 18 años en Madrid y Burgos, demuestran que la idea del "amor romántico" es la base de las relaciones de pareja. Es decir, "la historia del príncipe y la princesa", como relata la presidenta de la federación, Yolanda Besteiro: "La posición de la mujer en el mundo siempre es en referencia a lo que sea el novio, de manera que el objetivo de ella es complacerle a él". Eso explica que tres de cada diez adolescentes encuestados consideren que una mujer se siente "realizada" cuando tiene novio. Además, según el estudio, más del 40% de los jóvenes cree que "el chico debe proteger a su chica" y seis de cada diez considera que los celos son "norma-les" en una relación de pareja.

"Me gusta que me den caña y no me digan a todo que sí", confiesa Omara

"Si se ponen celosos, te están demostrando que te quieren", argumenta Silvia, de 16 años, "lo que pasa es que hay que ponerles límites para que no se vuelvan locos". Durante la hora del patio en el instituto San Isidro de Madrid, Iria cuenta que a su exnovio no le gustaba que ella saliera de juerga. "Yo, para joderle, salía casi todos los días", afirma, "pero tengo amigas que, porno discutir, les hacen caso".

Estas situaciones de control por parte de ellos y sumisión por parte de ellas "pueden suponer el preludio de episodios considerados violencia de género", alerta Besteiro. De hecho, otra chica, Carolina, cuenta como su exnovio lleva varios días plantándose en su casa y llamándola a gritos para que se asome a la ventana. Pero sólo se asoman su padre y su hermano para que el chico, que todavía no ha asumido la ruptura, se vaya a su casa y deje tranquila a Carolina. Ella cuenta la historia un poco avergonzada, pero dice que no le "agobia". Esta actitud tampoco es aislada, porque, según el estudio, los adolescentes suelen vincular la violencia de género únicamente al ámbito doméstico, a las relaciones de pareja y a problemas de alcohol y drogas. Sólo el 21% relaciona esta lacra con el machismo.
Agresivos y valientes

Las autoras del informe: "El objetivo de la chica es complacerle a él"

El problema, según la Federación, es que vivimos en una "falsa apariencia de igualdad". Como las mujeres están menos discriminadas que en generaciones anteriores, "ellas sólo se dan cuenta de la brecha de género cuando acceden al mercado laboral", expli-ca Besteiro, "donde son discriminadas en sus salarios" y también cuando quieren promocionar en su trabajo.

Por eso, los adolescentes repiten estereotipos del pasado, que no identifican como machistas. Por ejemplo, la mayoría de entrevistados considera que la agresividad y la valentía son características masculinas. "A mí no me gustan los chicos violentos, pero sí un poco chulitos, malotes", confirma Laura, de 17 años. "Yo quiero que me den un poco de caña y que no me digan a todo que sí", se suma Omara. En cambio, tanto ellos como ellas identifican la ternura y la comprensión como comportamientos naturales de las chicas. Este resultado, advierte la Federación de Mujeres Progresistas, encierra un grave problema, y es que las chicas, "al describir la agresividad como una actitud natural de los hombres, no identifican los episodios de violencia porque los ven normales".

De hecho, un estudio de la Secretaría de Estado de Igualdad ya reveló, hace un año, que casi una de cada diez adolescentes españolas de entre 13 y 18 años (un 9,2%) manifiesta haber vivido situaciones de maltrato por parte de su pareja, como ser insultada, o golpeada. De las 54 mujeres muertas a manos de sus parejas o exparejas en lo que llevamos de año, 16 tenían menos de 30 años. Tres de ellas no superaban la veintena.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Una biografía de Tomás de Aquino

Santo Tomás de Aquino nació en el castillo de Roccasecca, cerca de Aquino, en el año 1225, en el seno de una numerosa y noble familia italiana. Su padre, Landolfo, descendiente a su vez de los condes de Aquino, estaba emparentado con el emperador Federico II. Su madre, Teodora, era hija de los condes de Taete y Chieti. Recibió Tomás su primera educación, a partir de los cinco años, en la abadía de Montecasino, de la que era abad su tío, permaneciendo en el monasterio hasta 1239, cuando el emperador Federico II decretó la expulsión de los monjes. Allí realizó los estudios ordinarios de gramática, latín, música, moral y religión.

A finales de 1239 se dirigió a la universidad de Nápoles para continuar sus estudios, permaneciendo en dicha ciudad hasta 1244, año en que, sintiéndose atraído por la vida de los frailes dominicos que había conocido en un convento de Nápoles, ingresó en la orden como novicio. La decisión no fue del agrado de su familia, que hubiera preferido que Sto. Tomás sucediera a su tío al frente de la abadía de Montecasino. Enterada de que Sto. Tomás se iba a dirigir a Bolonia para participar en un capítulo general de la orden, y que posteriormente sería enviado a París para continuar sus estudios, fue raptado por sus hermanos y retenido por ellos durante más de un año en el castillo de Roccasecca, con la intención de disuadirlo de su ingreso definitivo en la orden, cosa que no consiguieron dejándole, finalmente, cumplir su voluntad. Se dirigió posteriormente a París, probablemente en el verano de 1245.

En París permaneció hasta 1248, como estudiante, ganándose rápidamente la confianza de San Alberto Magno quien se sintió atraído por las grandes posibilidades intelectuales de su discípulo. En 1248 se dirigió a Colonia, con San Alberto, quien iba a fundar una casa de estudios para la orden.

En Colonia permaneció con él hasta 1252, regresando a París para continuar sus estudios, recibiendo su licenciatura (licencia para enseñar en la Facultad de Teología) en 1256, siendo nombrado Magister ese mismo año, ocupando su cátedra hasta el 1259.

En 1259 se trasladó a Italia, donde permaneció hasta 1268, con el encargo de enseñar teología en la Corte pontificia . A lo largo de estos años residió en varias ciudades italianas, como Anagni, Orvieto, Roma y Viterbo, siendo invitado a dar conferencias en las universidades de Nápoles y Bolonia. En esta época conoce, entre otros personajes ilustres, a Guillermo de Moerbeke, el famoso traductor de las obras de Aristóteles, quien puso a su disposición varias de sus traducciones, entre ellas algunas que se encontraba prohibidas en la época (De Anima, De Sensu et Sensato y De Memoria et Reminiscentia) y que Sto. Tomás comentará, junto con otras obras de Aristóteles como la Física y la Metafísica.

En 1268 regresa a París, impartiendo su magisterio hasta 1272, en medio de numerosas polémicas provocadas tanto por los ataques contra y entre las órdenes religiosas, como por las controversias suscitadas por los averroistas latinos, quienes, encabezados por Siger de Brabante, habían copado la facultad de Artes (filosofía) modificando sustancialmente las enseñanzas aristotélicas que San Alberto y el mismo Sto. Tomás habían anteriormente introducido en dicho facultad.

Luego de una polémica actividad regresa a Nápoles el año 1272, con el encargo de establecer una casa de estudios (studium generale), donde abandona totalmente su actividad docente y de autor, encontrándose frecuentemente arrebatado por experiencias místicas que le absorben por completo. Permanecerá allí hasta 1274, muriendo en el transcurso del viaje iniciado ese año para dirigirse de Nápoles a Lyon, donde iba a celebrarse un concilio convocado por el papa Gregorio X.

Santo Tomas de Aquino (video)

Echarle un ojo a este video (son tres partes), tenéis información sobre las vías de demostración de la existencia de Dios y para el contexto.

Rescatada de la basura una edición de Santo Tomás de Aquino fechada en 1581