Bajo la influencia de
Wagner, Nietzsche escribió El nacimiento de la tragedia. Nietzsche coincidió
con Wagner en que el verdadero arte, el único que estaba en armonía con la
sociedad, era el arte griego, y que el mundo cristiano era el culpable del
estado miserable en que se encuentra el hombre, porque el cristianismo es
hostil a la vida.
Pero frente a este Wagner
anticristiano se afirmó en Parsifal el Wagner redentor, al que Nietzsche
repudió. Entonces, el melodrama prevaleció sobre la esencia dionisiaca de la
música y, con él, los elementos, figurativo, pictórico y psicológico. Triunfó
el «hombre teórico» del espíritu crítico y discursivo, y la música se
transformó en mera diversión.
Esta estrecha relación
entre Nietzsche y Wagner fue la causa de que se atribuyeran al filósofo
planteamientos que él no compartió: la misión de la nueva ópera alemana de
redimir al pueblo en cuanto comunidad mística y racial, dotada de un patrimonio
inalterable, y rescatar la fuerza creadora de ese pueblo, de la que nacen la
lengua y el Estado-comunidad. Fueron planteamientos que, más tarde, utilizaron
los teóricos del nazismo.
A finales de siglo
hicieron su aparición otras corrientes artísticas con intereses muy distintos a
los del romanticismo. Así, la corriente realista y naturalista, interesada por
la vida cotidiana y la realidad social, tuvo como representantes a Dickens en
Inglaterra, Stendhal, Flaubert y Zola en Francia, Clarín y Galdós en España, y
Gogol en Rusia.
Otros movimientos
culturales como el impresionismo, el expresionismo, el simbolismo y los
movimientos de vanguardia posteriores se inclinaron hacia la búsqueda de formas
más libres, o también de una conciencia social.
En el pensamiento
filosófico, después de Kant surge el idealismo absoluto de Hegel, para el que
existe una única realidad que se rige por leyes del pensamiento, que se
despliegan en la historia hacia la emancipación y la libertad. Nietzsche se
opone a este idealismo, como también al pensamiento de la izquierda hegeliana
de Feuerbach y Marx, ya que rechaza una realidad regida por leyes del
pensamiento.
También se opuso al
positivismo de Comte, pues aunque ambos criticaron la metafisica, lo hicieron
desde perspectivas muy diferentes.
Nietzsche se enmarca en el
vitalismo, que consideraba la vida como el valor esencial, y encontró en
Schopenhauer muchos puntos de conexión. Schopenhauer (1788-1861) decía que el
conocimiento racional está regido por la voluntad, que es la que hace que las
cosas existan, unas a costa de otras, por el interés y la utilidad. Mientras
que el conocimiento racional nos hunde cada vez más en un mundo que es combate
y dolor, el arte nos puede liberar de él. La música es la forma más alta de
comprensión de la esencia del mundo, que es la voluntad.
También dentro del
vitalismo, Bergson reconoció la intuición como la única forma de acceder a la
realidad, que es un fluir incesante.
Entre los presocráticos,
podemos reconocer a los filósofos de la fysis como precursores de la idea de
una realidad sensible que es devenir. También procede de aquellos primeros
filósofos la idea de que la hostilidad y la contraposición de fuerzas opuestas
constituye la esencia misma de lo real, como sostiene Heráclito.
Kant dividió la realidad
entre fenómeno y noúmeno. Esta idea, que Nietzsche criticó, no le impidió
aceptar de Kant la posibilidad de otro pensamiento distinto del teórico, cuando
lo que cuenta no es la perspectiva científica del fenómeno sensible, sino las
cosas en sí, según la decisión de una voluntad.
Schopenhauer fue el
primero en plantear la idea de que lo único que verdaderamente cuenta es la
voluntad como realidad esencial del mundo. A través de él, también lo afirmó
Nietzsche. Schopenhauer consideró que la voluntad consiste en querer vivir y,
como la conciencia racional nos muestra lo incompleta y temporal que es la
vida, nos descubre el dolor de vivir. Pero la vida ascética puede hacernos
renunciar a los deseos y evitar el sufrimiento. También el arte nos libera del
dolor permitiéndonos la comprensión de la vida como una repetición del
presente.
Nietzsche rechaza de
Schopenhauer las promesas de liberación y consuelo que proceden de la vida
ascética y del arte. Nietzsche convirtió el pesimismo de Schopenhauer en un
optimismo metafisico que encontró su expresión en el ideal de hombre afirmador
del mundo: el superhombre. Este hombre no sólo ha aprendido a aceptar y
soportar lo que era y es, sino que quiere volver a tenerlo en un eterno
retorno.
La filosofía de Nietzsche
repercutió en la filosofía española del siglo xx, especialmente en Unamuno y en
Ortega.
Unamuno partía de la
realidad existencial del individuo, entendiéndola como contradicción entre
razón, por un lado, y sentimiento y voluntad, por otro. Consideraba que la
realidad, como la vida, era una lucha permanente entre la razón y el
sentimiento, y que podemos aceptarlo y alcanzar una vida auténtica, aunque
trágica, o rechazarlo, viviendo una existencia trivial.
También considera Unamuno
la idea de una realidad intemporal, la intrahistoria, frente a una realidad
temporal, la historia, que nos muestra nuestras limitaciones como seres
finitos. El sentimiento trágico de la vida se produce cuando el ser humano toma
conciencia de su ser limitado.
En cuanto a Ortega y
Gasset, considera la vida como la realidad radical, como el conjunto de actos
que van constituyendo nuestras vivencias y como un quehacer permanente de
proyecto de futuro. La razón debe entenderse como una función de la vida y
constituirse en razón vital. Ortega llama a su filosofía raciovitalismo. Por
otra parte, el conocimiento es perspectiva, pues la realidad no puede ser
contemplada sino desde el punto de vista de cada uno.
Respecto a la filosofía
actual, es importante la influencia que ha tenido Nietzsche en la hermenéutica,
cuando afirma que la realidad es interpretación y creación, y que el lenguaje
es el lugar privilegiado en el que tiene lugar esa creación y recreación. Así,
Paul Ricoeur dice que es necesario llevar a cabo una restauración progresiva de
los símbolos que contiene el lenguaje y liberarlos de sus significaciones
ideológicas, pues sólo interpretando el lenguaje podemos descubrir la realidad.
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