Al libro Así habló Zaratustra le dio
Nietzsche un subtítulo enigmático: Un libro para todos y para nadie. Es
un autor poco sistemática, que recurre frecuentemente al aforismo y al poema
para expresar sus ideas. Su estilo es realmente brillante y cautivador. Uno de
los problemas que presenta es la carencia de un vocabulario técnico y bien
definido, puesto que los términos fundamentales ("voluntad de poder",
"nihilismo", etc.) escapan a toda definición y son utilizados con
significados a veces contrapuestos. Más que razonamientos o deducciones, como
Descartes y Kant, encontramos en sus obras intuiciones e ideas-relámpago.
Provoca incluso algunas contradicciones, en un estilo violento y agresivo. Por
eso no resulta fácil entender sus escritos (son «para nadie»). • DIONISO: El nacimiento de la tragedia, primera
obra de Nietzsche, inspirada en Schopenhauer y dedicada a Wagner, se origina
por la contraposición entre dos elementos del espíritu griego: lo dionisíaco
y lo apolíneo. Dioniso era el dios griego del vino, la embriaguez y la
vegetación. Su culto se introdujo tarde en Grecia pero se extendió muy
rápidamente, sobre todo en el Ática (s. V-IV) y en Italia (s. II s.C.). Tenía otros
nombres: Baco, Ditirambos, Zagreo... Los cultos dionisíacos consistían en
orgías místicas, que permitían la unión con el dios por medio del «furor
báquico». En el Ática se organizaban en primavera fiestas del vino, concursos
de poesía ditirámbica y representaciones teatrales (p. ej., Las Bacantes,
de Eurípides). Apolo era un dios del Olimpo, dios del sol, de la luz y de la
claridad. Su santuario principal se encontraba en Delfos. — Nietzsche se
inspiró en la obra de Schopenhauer El mundo como voluntad y representación,
para establecer esta contraposición entre los dos dioses:
Dioniso
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Apolo
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Noche, oscuridad
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Día, luminosidad
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Voluntad,
irracionalidad
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razón
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cosa-en-sí
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apariencia,
fenómeno
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el uno primordial,
impersonal
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«principio de
individuación»
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embriaguez
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ensueño
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dolor cósmico
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alegría solar
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En la tragedia
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Música, danza
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Palabra
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coro (pueblo)
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personajes (reyes)
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Nietzsche piensa que en la tragedia griega lo fundamental es el coro dionisíaco, que a menudo se descarga en un mundo apolíneo de imágenes. Gracias a ese fondo dionisíaco el espectador rompe los lazos de su propia individualidad, se funde con los demás hombres y descubre la unidad suprema de todas las cosas. Se consigue así el «consuelo metafísico», totalmente ajeno a la negación budista de la voluntad:
«El
consuelo metafísico [...] de que en el fondo de las cosas, y pese a toda
mudanza de apariencias, la vida es indestructiblemente poderosa y placentera,
ese consuelo aparece como corpórea vivencia, como coro de sátiros, como coro de
seres naturales que, por decirlo así, viven inextinguiblemente por detrás de
toda civilización, y que a pesar de todo el cambio de las generaciones y de la
historia de los pueblos, permanecen eternamente los mismos» (El nacimiento
de la tragedia, 7).
La
tragedia griega comenzó a decaer en cuanto Eurípides trivializó los personajes
y quitó importancia al coro. Con ello desaparecieron los elementos dionisíacos de
la tragedia, y también los apolíneos. Sólo quedaban los elementos
socráticos, y Nietzsche manifestaba una extraordinaria aversión hacia
Sócrates, porque lo consideraba el gran adversario de Dioniso. Le
llamaba el gran corruptor, porque con él triunfa «el hombre teórico»
sobre «el hombre trágico» y se generaliza en la filosofía occidental el optimismo
asociado con la ciencia. Nietzsche afirma que con Sócrates el diálogo
platónico sustituye a la tragedia griega y se convierte en medicina
universal (una medicina errónea, que envenena en vez de curar). — Lucha entre la concepción teórica y la consideración trágica del mundo. Gracias a la filosofía y a la música alemana (concretadas en las figuras de Schopenhauer y Wagner, respectivamente) vuelve a triunfar lo trágico-dionisíaco. Nietzsche conservará siempre esta predilección por lo dionisíaco, a pesar de su posterior ruptura con Wagner y Schopenhauer. El mismo personaje de Zaratustra tiene rasgos dionisíacos, aunque transfigurados.
• ZARATUSTRA: La segunda obra fundamental de Nietzsche es Así habló Zaratustra, y en ella aparece el mensaje central de su filosofía. Zaratustra fue un personaje que los griegos llamaban Zoroastro y que vivió entre los años 700-630/600 a.C. Tuvo una primera revelación religiosa a los treinta años y su doctrina se halla recogida en diecisiete cantos o poemas recopilados en el Avesta. Su mensaje es monoteísta (habla del dios santo Ahura Mazda [después se llamará Ormazd] o del «sabio Señor»). Su doctrina es dualista: habla de una lucha entre dos espíritus (los Manyu), uno del bien (Spenta Manyu) y otro del mal (Ahra Manyu o Ahrimán). En realidad se trata del enfrentamiento entre Ormazd y Ahrimán, junto con los espíritus subordinados a cada uno.
Nietzsche sustituye a Dioniso por Zaratustra para eliminar de una vez para siempre todo consuelo metafísico. Lo hace porque Dioniso se identificaba demasiado con la metafísica de Schopenhauer, y Nietzsche en su tercera época rechaza toda metafísica. Sólo mantiene su teoría de los valores morales y renuncia a una «teoría del arte», porque simplemente prefiere hablar artísticamente, es decir, poéticamente. Escoge la figura de Zaratustra porque ve en él «al creador de la moral» (en línea con su contraposición entre bien-mal), una figura histórica capaz de superar la moral en sentido convencional porque está «más allá del bien y del mal». Para Nietzsche «... Zaratustra fue el primero en advertir que la auténtica rueda que hace moverse a las cosas es la lucha entre el bien y el mal», y considera obra suya la transición de la moral a lo metafísico. Y Nietzsche sería la antítesis de Zaratustra, «la autosuperación de moral por veracidad, la autosuperación del moralista en su antítesis» (Ecce Homo).
Pero en su afirmación de la vida y de la voluntad de vivir, en su decir «sí» al mundo, Zaratustra representa lo mismo que Dioniso: es Dioniso, pero despojado de la metafísica de Schopenhauer. Sus grandes enemigos son Sócrates, Platón y todo lo que ellos representan. Pero el peor enemigo, para Nietzsche, es la civilización cristiana. La lucha la resume en «Dioniso contra Sócrates», «Zaratustra contra el cristianismo». En otras palabras: «¿Se me ha comprendido? Dioniso contra el Crucificado».
La obra Así habló Zaratustra se divide en un prólogo y cuatro partes. En el prólogo presenta «una antítesis del superhombre» y «el último hombre». En la primera parte desarrolla el tema del «superhombre» y «la muerte de Dios». La segunda parte se centra en «la voluntad de poder». En la tercera expone una de sus ideas fundamentales, la del «eterno retorno». La cuarta, sobre «los hombres superiores», apenas añade nada nuevo a las anteriores. Se trata de una obra sumamente compleja, llena de alegorías y metáforas. Su estilo la convierte en una joya de la literatura alemana. Contiene alusiones continuas a la Biblia, la gran antítesis del Zaratustra.
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