Las relaciones entre sentimiento y razón era uno de los temas propuestos para realizar esa primera investigación filosófica, en forma de disertación, que ha animado el final del pasado trimestre. Para esta segundaevaluación tenemos como proyecto la elaboración de un ensayo más o menos breve, presentable incluso al Concurso de la SFRM (os recuerdo que tenemos una entrada en este blog con las bases). Como quiera que, pensando en ese nuevo escrito, dejamos abierta la posibilidad de ampliar y profundizar lo trabajado en la primera disertación, reproduzco a continuación una reseña publicada en Babelia (suplemento cultural del diario El País) que puede servir de ayuda.
Amo, luego existo. Los filósofos y el amor
Manuel Cruz
Espasa. Madrid, 2010
250 páginas. 19,90 euros
Manuel Cruz
Espasa. Madrid, 2010
250 páginas. 19,90 euros
El gran Sócrates tuvo a su Jantipa, que le voceaba y lo trataba de haragán; Aristóteles se casó feliz con una esclava que lo adoraba; Kierkegaard escribió incisivos estudios sobre el matrimonio tras romper su noviazgo con una bella muchacha; al pesimista Schopenhauer le encantaban las mujeres, pero con su feo rostro y su poca alegría vital no le hicieron ningún caso; Schelling tuvo apasionados romances "románticos"; cuando Hegel consiguió "una mujercita" y un puesto funcionarial, consideró que había logrado "lo mejor de la vida"; Unamuno, Ortega y Zubiri fueron pensadores y metafísicos fielmente casados con esposas tradicionales. Como ellos, el resto de los filósofos, en cuanto personas con sentimientos, vivieron sus más y sus menos en lances de amor. La tarea de pensar nunca debería constituir un impedimento para amar, sino todo lo contrario, ya que ambos infinitivos son complementos necesarios e imprescindibles: sin amor, la actividad del pensamiento cojea enfangada en servilismos o cual aborto del ego ensoberbecido y absoluto. Por aquí van los tiros del último libro del filósofo barcelonés Manuel Cruz, galardonado con el Premio Espasa de Ensayo 2010. Si obviamos lo kitsch de la cubierta, el volumen es atractivo e invita a reflexionar con amenidad sobre el amor. Cruz ensaya el tema desde dos perspectivas: una histórica, al rememorar las biografías de algunos filósofos clásicos y otros contemporáneos y contar sus peripecias con el amor; y, otra, desde la actualidad, al repensar las viejas ideas que se desprenden de tales historias amorosas y constatar su vigencia en una sociedad moderna en la que también las formas del amor han evolucionado aunque la esencia continúe siendo la misma de siempre. Platón, San Agustín, Pedro Abelardo y Eloísa, Spinoza, Nietzsche y Lou von Salomé, Sartre y Simone de Beauvoir, así como Heidegger y su alumna judía Hannah Arendt, y al final, el temible Foucault, son los personajes que el lector conocerá mejor a lo largo del libro. Cruz rememora sus vidas centrándose en el somero análisis de sus pasiones amorosas y en las reflexiones que los protagonistas enamorados efectuaron sobre el amor. Son historias muy distintas, que el autor tampoco trata por igual. De algunas proporciona más información que de otras, pero lo principal es que consigue presentar ante los lectores a unos cuantos filósofos como seres humanos que vivieron con rotundidad los rigores, las alegrías y las desilusiones del amor. Su recuerdo sirve a Manuel Cruz para aclarar y expresar sus propios pensamientos sobre el amor. El tema es inabarcable, la experiencia del enamorado, única, pero también universal; de ahí que pueda teorizarse sobre ella y que todos los intentos de hacerlo con cierto rigor sean siempre bienvenidos.
Luis Fernando Moreno Claros,
Babelia, El País, 20/11/2010
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